lunes, 18 de enero de 2010

Elizabet Morales...un año que viene sin ti, y a la deriva

Una Noche de muchas en el refugio de la luna

La irrupción de una fuerza externa sobre otra en estado de movimiento o reposo hace que ésta cambie de significación, sentido y movimiento. Ideas de la ciencia física clásica, hoy común y corriente en la evolución y descubrimiento de la materia y la energía pero explicable también en otros terrenos de las ciencias sociales.

Así, la irrupción de Elizabeth Morales(+) en el espectro de la cultura en Tabasco fue un celaje, relámpago de atronador impulso en la realización de actividades y proyectos culturales que se desarrollaron desde su impulso y motivación. Entró al escenario con la suerte del principiante al que todo le sale bien y después cambia su fortuna pero ella no era de esas almas advenedizas que prueban una ocupación por entretenimiento. Su vida fue una tentativa o proyecto de expresión entre familiares, amigos y la comunidad cultural de la ciudad donde vivía.

En Villahermosa, por ejemplo, diseñó y operó el café “Refugio de la Luna”, que se convirtió en poco tiempo en el espacio cultural más significativo de los últimos tres años. Allí se reunieron los artistas más importantes de la entidad y la región. Eventos de literatura, pintura, música popular e indígena, artesanías, performances, talleres de literatura y de otras minucias tuvieron ahí la tibia atmósfera del cobijo, la difusión y el espacio para su incubación y desarrollo.

Ante la abundante existencia de espacios públicos de orden estatal y municipal para la difusión de la cultura, los artístas, por una sensible, natural y sentimental vocación e inclinación contra lo establecido, optaron por aquella fresca, misteriosa y rara cafetería donde los alimentos y bocadillos como café con leche, huevos fritos, carnes asadas, quesadillas o tamales, recibían el inusitado nombre como “Desayuno a lo José Saramago”, huevos motuleños, “huevos a lo Macondo” o “quesadillas de cien años de soledad”.

Una mujer toda ella pasión, dedicación y entrega a sueños y anhelos de distintos niveles y órdenes, vio en el seno de su cafetería las más variadas ideas, proyectos, delirios, personalidades, ambiciones, turísticas y ocasionales parejas que se dieron cita tarde a tarde para conciliar casi siempre con éxito las bondades del amor.

Las generaciones jóvenes de producción simbólica que tenían en Elizabeth Morales la amistosa condescendencia del protector que atiende con soberano afecto y generosa motivación todo evento de expresión artística, extrañarán, como lo hacemos nosotros, la presencia física de Eli, como la conocíamos en su vida de esplendor.

consideramos la desaparición de Elizabeth Morales como un evento legendario y extraordinario, cotidiano y amargo en la vida de los seres humanos, y se une a la sensible memoria de una mujer que aunque haya muerto para la vida, eternamente y sin ambages, está ya en nuestros corazones, y en la cultura.